"Para que al Nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos,
en la tierra y en los abismos, y toda lengua confiese que
CRISTO JESÚS ES SEÑOR para Gloria de
Dios Padre."  (Filipenses 2:10-11)



Nuestra Señora del Fiat y la Navidad


NUESTRA SEÑORA DEL FIAT




Una pregunta:
¿Qué papel desempeña la Santísima Virgen María en la Navidad? 
        
    Y por supuesto lo primero que debemos responder es que Ella es verdaderamente Madre de Dios puesto que es verdadera Madre de Nuestro Señor Jesucristo. 

   Precisamente por ello hemos de descubrir que Ella es así mismo plenamente partícipe en todo el Misterio de nuestra Redención realizada plenamente por su Hijo y Señor Nuestro Jesucristo... Por tanto merece ser "Corredentora del género humano". 

    Ella, como y con Jesús ofrece todo lo que vive, todo lo que experimenta, todo lo que sufre con su Hijo rechazado y mal entendido durante toda su vida, azotado, coronado de espinas, condenado a muerte como si fuera un criminal, maltratado en el camino al Calvario, clavado en la Cruz, muerto y colocado como cadáver en el sepulcro, viviendo heroícamente la Esperanza hasta el momento en que experimenta el gozo de verlo resucitado, acompañando la vida y actividad de la Iglesia desde el tiempo apostólico hasta nuestros difíciles días y el final de los tiempos... 

     Nuestra Señora merece totalmente ser llamada y considerada como "Corredentora del género humano". Por ello hemos de invocarla con ese glorioso sublime título, así como le podemos llamar también "Inmaculada Mediadora de todas las Gracias"

       Que Ella nos anime por eso también a imitarla y acompañarla en el cumplimiento de nuestra misión para la salvación de las almas.

                                              Pbro. José Pablo de Jesús, o.c.e.






Homilía Pentecostés 2019


SOLEMNIDAD DE PENTECOSTÉS
DOMINGO 9 DE JUNIO DE 2019
Hechos de los Apóstoles 2:1-11;  San Juan 14:23-31


Muy Queridos hermanos en Cristo Nuestro Señor:

Hemos de celebrar esta Solemnidad de Pentecostés… ¿Pero de qué manera?  ¿Al estilo actual, modernista, fiestero, sentimental, pasajero, a como lo celebran muchos, que se contentan con las actividades movidas y sonoras de una falsa liturgia que se convierte en algo que rápido se olvida?

Por supuesto que no.  Hemos de celebrar, o mejor vivir, Pentecostés exactamente cómo lo vivieron los Apóstoles: con absoluto recogimiento, en una actitud de humilde y asombrada acogida, abiertos a una total, verdadera y perdurable transformación de nuestras vidas, dispuestos a que el Espíritu Santo siga actuando fuertemente en la vida de cada uno y en todos los aspectos de la misma:  personal, familiar, social, educativa, eclesial, profesional, política, temporal y eterna.

Viene ahora otra pregunta que debemos hacernos siempre:  ¿Cuál será la señal de una auténtica y fructífera señal de que realmente el Espíritu Santo está actuando en nuestras vidas?  El hecho de que podamos experimentar, con la necesaria dirección y confirmación del Confesor y Director Espiritual de que nos vamos transformando progresivamente en Cristo Nuestro Señor, hasta el punto de que podamos ir cumpliendo cada vez más plenamente aquel ideal ya señalado por el Apóstol San Pablo cuando decía:  “Vivo, pero no soy yo quien vive sino que es Cristo quien vive en mí, y lo que vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó por mí.”  (Gálatas 2:20)

Ahora bien,  ¿cómo lograr que dicha acción del Espíritu Santo sea plena y constante en nuestras vidas?  Señalo tres medios, quizá no los únicos, pero sí absolutamente necesarios:  renuncia efectiva, total y definitiva del espíritu y criterios de mundo, vida de oración, y vivencia de la Sagrada Liturgia.

Me refiero rápidamente a los dos primeros, a los cuales ya me he referido en otras ocasiones, y tendré que volver sobre ellos más adelante.   En cuanto a la renuncia al mundo, es absoluta y urgente que se dé en todos los que queremos ser fieles a Nuestro Señor Jesucristo, único Salvador y Señor del mundo entero, especialmente en estos momentos en que el materialismo y el modernismo ateos lo dominan fuertemente, si no se da esa renuncia es imposible la salvación.  Y en cuanto a la vida de oración no sólo lo he mencionado sino que lo estoy mencionando constantemente, y precisamente por ello estamos dando todo un Curso específico sobre ello:  el Católico que no es de oración tarde o temprano se debilita y será engañado con falsas y equívocas doctrinas, como la masonería, el comunismo, el nuevo orden mundial, el luteranismo con todas sus derivaciones, el sedevacantismo que está sembrando confusiones y divisiones en el seno mismo de quienes quieren ser fieles pero se apartan peligrosamente de la verdadera Iglesia que tiene el ser esencialmente jerárquica como una de sus características desde que precisamente el día de Pentecostés fue fundada por Nuestro Señor Jesucristo por la acción del Espíritu Santo sobre el fundamento de los Apóstoles con Su Santidad el Papa como cabeza visible y única.  La Iglesia no puede tener dos cabezas visibles, ha tenido, tiene y siempre tendrá  una sola cabeza, que no es dueña sino defensora y promotora de la Verdad contenida en la Doctrina, en la Sagrada Liturgia, en la Moral infundida exclusivamente por Dios en todo ser humano, la Pastoral que debe tener siempre como su principal impulsor al Espíritu Santo, precisamente a través muy especialmente de la vida de Oración…  Católico sin vida de oración es una víctima segura del demonio y sus instrumentos como lo son los falsos teólogos y falsos pastores.

Pero lleguemos al principal tema que hoy debemos tocar, ya que es el principal medio a través del cual el Espíritu Santo actúa en todos y cada uno de los miembros de la única y verdadera Iglesia Católica.  Me refiero a la Sagrada Liturgia, que implica todos y cada uno de los siete Sacramentos, así como el Oficio Divino, que no es ni puede ser tomado como si fuera una devoción entre muchas que siendo buenas, son parte de la piedad popular pero no tienen la fuerza que sí tiene la Oración Oficial de la Santa Madre Iglesia, y constituye el Culto Sagrado que la humanidad debe dirigir constantemente al Dios Único y Verdadero, el Dios Uno y Trino, revelado en Jesucristo. 

El Oficio Divino, contenido en el “Breviario”, que viene desde hace siglos, no en la “Liturgia de las Horas” que viene desde el Concilio Vaticano II, es la Oración Oficial que se le dirige cada hora a Dios con los mismos fines de la Santa Misa y siempre es oración oficial y pública de la Iglesia, tanto cuando se reza individualmente como cuando se reza en comunidad, circunstancia ésta que la hace más agradable ante Dios.  Y es por ello que el Oficio Divino, o sea el Breviario, debe rezarse estando las personas bien vestidas, y debe observarse una actitud digna, decorosa, respetuosa, atenta a lo que se hace y se dice, ya que no basta leer con la vista, sino que se debe pronunciar los Salmos, Lecturas, Himnos y Oraciones que contiene.  Así se le da oportunidad al Espíritu Santo de que actúe prodigiosamente para la Gloria de Dios y el constante crecimiento en la Fe de aquellos que viven esta preciosa, profunda y fuerte Oración de Iglesia.

Y veamos ahora la acción del Espíritu Santo en aquellos Sacramentos que todos debemos vivir necesariamente para poder llevar una auténtica vida cristiana, recordando que aunque esa acción divina muchas veces ni se ve ni se siente, siempre se da.  Y sí la persona que recibe cada Sacramento está bien preparada y no lo recibe por rutina, ni por simple cumplimiento, sino por fidelidad y amor a Dios sobre todas las personas y cosas, será de mucha Gloria para el Señor y provecho para la persona y para toda la Iglesia.  Pero si la persona estuviera mal preparada, mal dispuesta, entonces el Sacramento sería pecado contra el Señor y gran daño temporal y eterno para quien lo recibe.

¿Y como comienza lo que podríamos llamar la “Acción Sacramental del Espíritu Santo”?   Pues nada más y nada menos que expulsando al Demonio de la vida de quien va a ser bautizado:  Con los Exorcismos que deben hacerse como uno de los primeros Ritos del Sacramento del Bautismo, Rito en el que el Sacerdote no pide por el bautizando sino que en y con el Poder del Espíritu Santo expulsa al Demonio y le ordena alejarse de la vida de aquel que luego, y también por la acción del Espíritu Santo a través del Agua Bautismal, será purificado de toda mancha de pecado, y convertido en miembro de Cristo y por tanto de su Cuerpo Místico la Iglesia, capaz de participar de todas las virtudes y dones que el mismo Espíritu Santo infunde en el alma de quien es bautizado, para que luego durante su vida pueda llegar a la santidad que Dios espera de cada persona. plena, en el Sacramento de la Confirmación, en la cual el ya bautizado recibe esa plenitud para, viviendo en santidad, sea testigo y auténtico “soldado de Cristo”, que se esfuerce por implantar y defender el Reino de Cristo en sí mismo y en toda la sociedad y a ser posible en todo el mundo.

Pero reconociendo que somos humanos, y por tanto limitados, fácilmente podemos caer en pecado, y entonces el Espíritu Santo sigue actuando en el importantísimo Sacramento de la Confesión, en la cual a través del Sacerdote, el penitente es liberado y purificado de toda atadura de pecado grave y venial, siempre y cuando no oculte ninguno, y recibe nuevamente la plenitud de vida cristiana que ha perdido, y la sabiduría, la fuerza, el ánimo para seguir esforzándose en el camino estrecho pero precioso de la santidad.

Llegamos ahora al Sacramento en el cual el Espíritu Santo se da constante y plenamente de una forma mucho más abundante y fuerte para lograr su gran propósito: implantar verdaderamente el Reino de Cristo en cada persona y en el mundo entero.  Me refiero al Sacramento de la Eucaristía, visto en todo el conjunto de verdades que se encuentran implicadas en este Augusto Misterio, sea que lo consideremos como Presencia, o como Sacrificio, o como Alimento de Vida Eterna.  Porque, queridos hermanos, voy a insistir hoy en esta gran verdad, sólo viviendo intensa y constantemente una verdadera y profunda experiencia eucarística se logrará ser verdadero católico, y se podrá confiar en que se alcanzará la salvación prometida por Nuestro Señor. 

Y lo voy a decir muy claramente:  sólo abiertos a la acción, a las mociones, a los impulsos del Espíritu Santo se logrará experimentar la Presencia Real, Oblativa, Perenne de Nuestro Señor en el Sagrario.  Quien no hace la genuflexión, o la hace a la carrera y descuidadamente, quien no invierte mínimo una media hora cada día para acompañar a Jesús en el Sagrario, es porque está cerrado a la acción del Espíritu Santo.

Quien no participa todos los Domingos y Fiestas de Guardar y con la mayor frecuencia posible el resto de días en el Santo Sacrificio de la Misa, es porque se ha olvidado y rechaza al Espíritu Santo, y lleva una vida muy raquítica, muy débil.  En cambio, quien sí vive fuerte, frecuente y piadosamente la Santa Misa, preparándose cada vez por la invocación del Espíritu Santo antes de cada participación y totalmente abierto a su Sagrada Acción todo el tiempo que dure este Sagrado y Salvífico Sacrificio del Altar,  será capaz de llegar realmente a la santidad cristiana y al necesario testimonio de Cristo en la vida concreta de cada día y de cada momento y circunstancia y en todo lugar, para la Gloria de Dios y salvación de las almas.

Y siempre bajo la acción del Espíritu Santo, el verdadero cristiano no estará en ninguna Santa Misa como espectador o como un mero oyente, sino que participará uniéndose plenamente, a través del Sacerdote, al actual Sacrificio de Cristo sobre al Altar, llegando siempre a la cumbre de esa “Unión Sacrificial” por la recepción de la Sagrada Comunión, manteniéndose por supuesto con la ayuda del mismo Espíritu Santo siempre en Estado de Gracia.  Así, con la asistencia y continua acción del Espíritu Santo, participará de ese Alimento de Vida Eterna.  De lo contrario, aquella debilidad a la que me refería hace un momento será más grave, la persona que no comulga con la debida frecuencia, mínimo cada Domingo, es un enfermo en peligro de muerte temporal y eterna, o peor todavía, se ha convertido en un “cadáver ambulante”, que aparenta ser católico, pero no es más que eso, un “cadáver ambulante”, que se acerca a la condenación eterna y está hiriendo y debilitando también a todo el Cuerpo Místico de Cristo, la Iglesia. 

El Señor Jesús, en y desde su Misterio Eucarístico, merece que por la acción del Espíritu Santo vivamos la Gracia de todos y cada uno de los Sacramentos, pero especialísimamente la Gracia nunca apreciada en debida forma de su Presencia Oblativa en el Sagrario, por la acción del Espíritu Santo cada vez más enamorados de la Santa Misa, que por la acción del Espíritu Santo cada día recibamos con mayor adoración, mayor humildad, mayor agradecimiento, mayor disposición su Sagrado Cuerpo y Sangre en la Sagrada Comunión para llegar a ser como la Santísima Virgen María sus Sagrarios Vivos, sus Altares Victimales, sus Apóstoles ante un mundo que aunque lo rechaza lo necesita urgentemente.  Sólo quienes por la constante, perpetua, eclesial y pública apertura a la acción del Espíritu Santo vivamos los Sacramentos, especialmente la Sagrada Eucaristía como Presencia, Sacrificio y Alimento, podremos llegar a participar de aquel Coro que eternamente cantará:  Hosanna, Hosanna, Hosanna, Santo, Santo, Santo es el Dios Uno y Trino.  Gloria sea dada en cielos y tierra al Dios Único y Verdadero.  Así sea para todos y cada uno de Ustedes.

Pbro. José Pablo de Jesús, o.c.e.